viernes, 3 de mayo de 2013

La campaña negativa, deporte de contacto.

La campaña negativa, deporte de contacto
Jaime Porcell
Investigador político
Coach político

Las campañas negativas que, como el boxeo con su “dame que te doy”, no son santo de devoción de moralistas. Sin embargo, muestran un gancho respetable para captar audiencia. Exhiben tremendo engarce con el lado psicológico del elector.

A estas también las tildan de “sucias” o “negras”. Ellas se defienden cuando apelan al derecho y necesidad del elector de estar informado para tomar la decisión correcta.

En el panameño, y me atrevo a decir, en el ser humano, el intercambio entre dos que se atacan y defienden despierta mayor consideración que lo positivo. El choque entre contendores, al despertar pasiones, faculta al espectáculo político llevado a medios.
El elector necesita dar sentido a lo que lo rodea. Se vale de juicios simples como “bueno-malo”, “correcto-incorrecto”, “justo-injusto”, “pobre-rico”, “legal-ilegal”. Esas polarizaciones permiten posicionar a los actores políticos en opuestos.

Mientras la publicidad usual remarca virtudes de un candidato, esta apunta a resaltar los defectos del adversario. Allí no se realza lo positivo del patrocinador, sino lo negativo del oponente.

La publicidad negativa apunta a destacar los defectos personales, de ejecución o en las posiciones políticas del adversario. Apunta a desgastar su reputación para contraer su opción política.

Sus reglas son simples, pero, efectivas, con mucho que ver con una psicología de guerra de, nosotros los buenos contra los malos. Simplifica argumentos y se hacen con nombre propio. Suele destacar pequeñas pifias o interpretaciones a medias que se exponen como completas. El apetito enorme que despierta en el elector, corre muy parejo con una casi ley de los medios, “Buenas noticias, no son noticias”.

Los acusadores virtuosos buscan vestirse con símbolos morales. Al unísono, asocian al adversario con otros repudiados, léase, violencia, autoritarismo o corrupción.
La publicidad negativa distrae al competidor cuando lo obliga a defenderse y contraatacar, en vez de exponer sus propuestas. Descalifica al adversario cuando lo retrata como ser vil a quien es válido atacar.

Las piezas negativas obligan a discutir situaciones en terreno ajeno. Ubica a la oposición en una condición inferior. Pone en duda la competencia de uno para el cargo.

Las campañas negativas también apuntan a restar la mayor cantidad de electores al candidato opositor. Así, otorgar ventaja al candidato patrocinador.
Esta información, a diferencia de la positiva, es mucho más fácil de recordar, y se retiene por mayor tiempo. Y es mucho más persuasiva a la hora de la decisión política. Entonces, a pesar de lo crudo y poco elegante de su argumentación, su efectividad obliga a considerar la campaña negativa con toda seriedad.

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