miércoles, 1 de mayo de 2013

El debate Mimito versus Rómulo


El debate Mimito versus Rómulo
Jaime Porcell
Investigador Político
Coach político

Como investigador, realicé varios ejercicios donde medíamos a los mismos electores antes y después de los debates. Concluí que se abordan cual partido de fútbol en donde participa la selección. Nadie se cambia ni  aunque Panamá vaya perdiendo.  Sostuve la tesis de su inocuidad. Hasta hace poco, pensé que no afectaban la intención de voto.

A pesar de que Mireya desprecia los debates,  gana en el 99. Diez años después,la experiencia me obligó a variar. Cambié después del de los PRDs 2008. En televisión, los punteros Balbina Herrera y Juan Carlos Navarro se intercambiaron muy duro. Sin embargo, Cortizo se colocó en el medio en un rol de pacificador.

Lo que luego sucedió varió mi tesis sobre la inocuidad. La intención de voto de Balbina empezó a migrar, y no para Navarro, si no para donde Cortizo. Si Juan Carlos hubiese favorecido esa migración, Balbina bajaba y él  ganaba. Nunca la detectó.

Hoy acepto que los debates, según lo que suceda,  sí pueden influir.

Sin embargo,  también estas confrontaciones se usan para mostrar fuerza y exhibir falencias reales o imaginarias de un adversario. En primarias, las heridas que abren pueden o no cerrarse, y hasta dividir al partido.  Lo que siempre hacen es  dar municiones al adversario. Así sucedió en el PRD 2009, cuando encajó una de las peores derrotas de su historia.

Como  discusión ordenada oral la cual dirige un moderador, es difícil de concertar. Consumen tiempo  preparar al candidato. Tampoco levantan grandes ratings por lo que los medios no matan por ellos.

Sin embargo, quienes defienden los debates, yo entre ellos,  aducen el derecho de los electores de conocer el pensamiento de los candidatos en situaciones de presión y comparación. Además, lo menos que puede pedir el electorado a su prospecto de candidato es que sepa encontrar y organizar esas ideas precisas, para luego expresarlas en un ambiente de tensión al debatir.

Por lógica, quienes lideran las encuestas prefieren  evitar riesgos que puedan variar los números. Pero, quienes los desquitan parecen detentar lujos difíciles de explicar.

Los debates exhiben una función  higiénica que les da inmenso sentido. Lo escabroso, que en el contexto amistoso de una primaria logras disimular, en la elección general  seguro te lo asolean. Y hasta allí llegas.

Los periodistas definen noticia como aquello que alguien quiere ocultar. Cuando lo olfatean, sueltan la jauría. De allí, mejor que la intriga o verdad contenida en la información, se suelte temprano y demuestre su capacidad de causar problemas. 

Quienes van detrás, o también, los que sienten, no tienen algo que ocultar, son los que necesitan provocar situaciones y oportunidad. De este segmento ético deviene la presión para que se organicen debates.

¿Se tirarían a matar unos que hasta ayer estuvieron sentados como ministros al lado del otro? En este y todos los gobiernos,  en ese salón de gabinete donde el ejecutivo efectúa sus reuniones cada miércoles se libran batallas soterradas.

Y esto es un guerra donde, según algunos,  tuercen brazos.  

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