domingo, 14 de abril de 2013

Serrufino

Serrufino
Jaime Porcell
Investigador político
Coach político
Creo que ahora Ferrufino lo entendió. Su magnífico plante de galán sensible provoca que los contendores saquen el serrucho.

Primarias y sus versiones
Cualquier primaria “de verdad” termina con dos bandos, ganadores y perdedores. El triunfo provoca ríos de tinta que rozan ficción y culto a la personalidad.

Este investigador y psicólogo encuentra en el olvidado dolor de la derrota, material mucho más denso y apasionante. Y en política - única ley inevitable- antes de ganar, primero uno cae víctima del serrucho.

En el CD, Guillermo Ferrufino interpreta un drama humano multicolor, en medio de una escena plena de matices del delirio y felonía, hasta la explosión pasional desbocada.

Las encuestas tuvieron culpa. Todavía insisten en calificarlo como el mejor ministro. Por dos años, asume como abanderado oficial. Allí levantó una intención de voto que triplica al mejor de los actuales aspirantes. Entonces, lo proponían como el “activo más valioso del partido”. Mas, encandilado por reflectores, nunca advirtió estar sustentado en una tarima falible a la segueta, sobre todo, la de “amigos”.

Ahora, sin un ​Dios-te-guarde, da traspiés en cada esquina. Sospecho que tiene que ver con una presión impetuosa por llenar la soledad del galán de la película oficial a presidente, quien resiste el papel secundario de aspirante a la alcaldía.

Sin embargo, el candidato es un portento del atraer votos y ya marca segundo para alcalde. Aquella secuela de pifias resulta capaz de desinflar a cualquier humano. En él, podría despertar en el elector aquel sentido de protección paternal. Yo él, no me confiaba.

Ferrufino, alcalde ungido
En febrero 2013, consulta con dos ministros amigos. Un ligero detalle, entonces ambos aspirantes. Dos mensajeros convincentes que comunicaban una orden. Éste sale del almuerzo amical deprimido. Declara “todavía me falta, necesito aprender”. Luego de aceptar inmadurez, el chorrerano anuncia intención de ir por la alcaldía capitalina – cuyo apoyo parecía haberse negociado a cambio declinar.

Por supuesto, las redes explotaron. Insinuaron retirada estratégica de uno que no ascendía del tercer lugar en intención de voto. Volaron sospechas de “maquinación por una poderosa mano que depuso al otro”. Cogen fuerza. En el cumpleaños de Ferrufino, el mandatario sacude la neutralidad en la contienda interna alcaldicia. Y cumple su parte del compromiso: “Este es mi amigo, hermano y futuro alcalde” declara a los cuatro vientos.

Estos inculpados por la opinión virtual, entre ellos, el propio ministro, escogieron no responder la idea de “personaje títere”.

Persiste aquella tendencia equivocada de creer que lo que sale del debate es porque se olvida. Hoy la idea de pervive agazapada en el elector. Ya la veremos regesar.

Ningún equipo intentó mitigar el daño de aquella bajada, donde un hiperrealista admitió inmadurez e ignorancia.

La prueba ácida del endoso
Para las primarias como alcalde, el magnifico y bisoño prospecto necesita atraer votos de todas las facciones. Sería sano mantener un perfil conservador en al apoyo a una facción. Pero, algo más fuerte que él le impide salir del foco. Apuesta bolsa y vida al convincente amigo, aunque no marca primero.

Por su parte, Rómulo Roux, el mejor valuado de los precandidatos, alcanza apenas una tercera parte de la intención de voto que consiguió el otro. Tampoco, candidato alguno dispone ni de cerca, aquel porte dramático, rostro y voz empáticos de buen tipo.

El carisma incomprendido
El carisma es un atributo que todo político desea, pero, pocos comprenden. De él sé apenas algo. Cuando un candidato se retira, su elector deriva a una opción que se parezca. La opinión del retirado nunca cuenta demasiado. A veces, incluso, es contraproducente.

Algunos actúan como si ese 15% del caudal que antes apoyó al otro, esperara sentado instrucciones de su supuesto dueño, Ferrufino. Así, un endoso lo haría correr a migrar hacia el candidato señalado. Bajo tan tentadora asunción, el buenazo acepta endosar a José Guillermo Arias.

En 30 años de estudio, quienes intentaron trasladado de un activo de imagen - desde Omar, Endara o Mireya- a tercera persona, solo botaron dinero y esfuerzo. En la campaña 1999, la alcaldesa Mayín intenta derivarla hacia el candidato Alberto Vallarino, para terminar perdiendo también la comuna capitalina. Ni siquiera el mítico Arnulfo logró que Mireya triunfara en el 94.

Ya observamos rebotes. Luego de intensa exposición en este período, su liderazgo quedó expuesto a cuestionamientos prematuros. Las redes vuelven y reclaman su intención de utilizar la cuña-endoso como motivo para evitar definir su intención por la Alcaldía y situar residencia en Panamá. Así resguardaría su condición de diputado por Chorrera.

La presión interna que sale cual chorro de vapor, no tarda en ocasionar otra crisis. Aparece mencionado en un confuso incidente pasional, con todos los ingredientes para alcanzar primeras planas. Raro, nunca aparece más allá que glosas crípticas. La posposición mediática abre sospechas de que también los medios esperan momento.

Ferrufino se orada el piso
En otra jugada riesgosa, el alcaldicio Ferrufino entrega la noticia de la posible bajada de Giselle, cuyo “objetivo (sería) lograr una candidatura más fuerte”. La noticia tensó a la opinión pública, mientras, despertó esperanzas en la facción “Mimito”. Cierto, Burillo inclinaba la balanza.

Sin embargo, la única mujer pre candidata, desmiente el líbelo. Y sin perder sonrisa, repite que al copartidario falta madurar.

Otra vez, en su ímpetu, no advierte el riesgo de exponer imagen. Termina desmentido y en una situación vulnerable.

¿Quién lo empujó? ¿Por qué no salieron a mitigar daño? ¿Qué tanto daño hizo, qué residuo queda en el elector?

Nadie explica, y menos disculpa la metida de pata. Difícil no desconfiar en que a uno le serruchan el piso.

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