La soledad de Ferrufino
Jaime
Porcell
Investigador
político
Coach
político
Primarias y
sus versiones
Cualquier primaria “de verdad” termina con dos
bandos, ganadores y perdedores. El triunfo provoca ríos de tinta que rozan ficción y culto a la personalidad.
Este investigador y psicólogo encuentra en el olvidado dolor de la derrota, material
mucho más denso y apasionante. Y en
política - única ley inevitable- antes de ganar, primero uno cae. En el CD,
Guillermo Ferrufino interpreta un drama humano multicolor, pleno de los matices
del ímpetu, pasión desbocada y delirio.
Las encuestas insistieron en calificarlo como el
ministro mejor evaluado. Lo colocan bajo los reflectores. Por dos años, asumió
el rol de candidato oficial. Allí levantó una intención de voto que triplica al
mejor de los actuales aspirantes. Entonces, lo proponían como el “activo más valioso del partido”. Solo
para luego soltarlo a la deriva y sin copiloto en mares de corrientes
contrapuestas.
¿Por qué el candidato da traspiés en cada esquina?
¿Tendrá algo que ver con una presión impetuosa por llenar la soledad del galán
de la película oficial a presidente, quien devaluó a un papel secundario de
aspirante a la alcaldía? Y la más difícil de responder ¿será capaz un rosario
de pifias de reforzar en el elector aquel sentido de protección paternal que
despierta un candidato de plante bondadoso?
Declinación
estilo suicida
En febrero 2013, consulta con dos ministros
amigos. Un ligero detalle, entonces
ambos aspirantes. Además, comunicaban
una orden. El “activo más valioso”, Guillermo Ferrufino, declina.
Quedó en evidencia la necesidad de coach político que
ponga aire bajo sus alas como para sostener aspiración a un rol ambicionado por
muchos.
Ferrufino
alcalde ungido
Éste deja entrever que sale del almuerzo amical deprimido.
Declara “todavía me falta, necesito
aprender”. Luego de aceptar inmadurez, el chorrerano anuncia intención de ir
por la alcaldía capitalina – cuyo apoyo seguro prometieron a cambio declinar.
Por supuesto, las redes explotaron. Insinuaron
retirada estratégica de uno que no ascendía del tercer lugar en intención de
voto.
Los participantes virtuales echaron a volar
sospechas de “maquinación por una poderosa mano” que depuso al otro. Cogen
fuerza. En el cumpleaños de Ferrufino, el mandatario sacude la neutralidad en la
contienda interna alcaldicia. Y cumple su parte del compromiso: “Este es mi
amigo, hermano y futuro alcalde” declara
a los cuatro vientos.
Estos inculpados por la opinión virtual, entre
ellos, el propio ministro, escogieron no
responder. Esperaron ver morir por inanición la idea de “personaje títere”.
Persiste aquella tendencia equivocada de creer que
lo que sale del debate es porque se olvida. Como era esperable, la propuesta terminó memorizada como
conclusión. Hoy pervive agazapada en el elector, en espera de ser revivida por opositores,
en el momento menos oportuno para el candidato. Ya lo veremos.
Ningún equipo asumió responsabilidad por aquella
bajada, donde un hiperrealista admitió
inmadurez e ignorancia. Uno que incluso salpica al propio presidente. Navega solo,
escaso de asesoría y coaching.
La prueba
ácida del endoso
Para las primarias como alcalde, el magnifico y
bisoño prospecto necesita atraer votos de todas las facciones. Sería sano
mantener un perfil conservador en al apoyo a una facción. Pero, algo más fuerte
que él le impide salir del foco. Apuesta
bolsa y vida al convincente amigo, aunque no marca primero.
Por su
parte, Rómulo Roux, el mejor valuado de los precandidatos, alcanza
apenas una tercera parte de la intención de voto que consiguió el otro.
Por un lado, todavía ningún candidato CD marca mejor.
Ninguno dispone ni de cerca, aquel porte dramático, rostro y voz empáticos de buen tipo. Eso sí, con buena
esquina, resultaba un hueso duro. Por eso, y por su salud mental, necesita
pasar la página nostálgica de una aspiración que él mismo quiso convencer, dejaba
escapar.
El carisma
incomprendido
El carisma es un atributo que todo político desea,
pero, pocos comprenden. De él sé apenas algo. Cuando un candidato se retira, su
elector deriva a uno que se parezca. La opinión del retirado cuenta demasiado
poco. A veces, incluso, es
contraproducente. Imposible endosarlo.
Algunos actúan como si ese 15% del caudal que antes
apoyó al otro, esperara sentado instrucciones de su supuesto dueño, Ferrufino.
Así, un endoso lo haría correr a migrar hacia el candidato señalado. Bajo tan tentadora
asunción, el buenazo acepta endosar a José Guillermo Arias.
En 30 años de estudio, quienes intentaron
trasladado de un activo de imagen - desde Omar, Endara o Mireya- a tercera
persona, solo botaron dinero y esfuerzo. En la campaña 1999, la alcaldesa Mayín
intenta derivarla hacia el candidato Alberto Vallarino, para terminar perdiendo
también la misma reelección de la comuna capitalina. Ni siquiera el mítico
Arnulfo logró que Mireya triunfara en el 94.
Ya observamos rebotes. Luego de intensa exposición
en este período, su liderazgo quedó
expuesto a cuestionamientos prematuros. Las redes vuelven y reclaman su
intención de utilizar la cuña-endoso como motivo para evitar definir su
intención por la Alcaldía y situar residencia en Panamá. Así resguardaría su
condición de diputado por Chorrera.
No tarda otra crisis. Aparece mencionado en un
confuso incidente pasional, con todos
los ingredientes para alcanzar primeras planas. Raro, nunca aparece más allá
que glosas crípticas. La posposición mediática
abre sospechas de que también los medios esperan momento.
Tan intensa
reacción suele reflejar una psique que, como caldera de vapor, suelta la enorme presión de fuerzas
encontradas.
Ferrufino
en su laberinto
En otra
jugada riesgosa, el alcaldicio Ferrufino entrega la noticia de la posible
bajada de Giselle, cuyo “objetivo (sería) lograr una candidatura más fuerte”.
La noticia tensó a la opinión pública, mientras, despertó esperanzas en la
facción “Mimito”. Cierto, Burillo inclinaba la balanza.
Sin embargo, la única mujer pre candidata,
desmiente el líbelo. Y sin perder sonrisa, ante un panel de cámaras y
micrófonos, repite que al copartidario falta madurar.
Otra vez fue impelido por aquella necesidad interna
de estar en medio del foco, a montar
sobre el filo de la navaja. En su ímpetu, no advierte el riesgo de exponer
imagen. Termina desmentido y en una situación vulnerable.
Aquella creencia de que, cuando dejamos de
debatirlo, o bien, ponemos otro en la palestra, el tema se olvida, vuelve y demuestra
dominancia. Así, nadie sale a investigar qué tanto daño hizo, qué residuo queda
en el elector. Tampoco alguien explica,
y menos disculpa. Todos callan para dejar sobre él la responsabilidad de la
metida de pata.
Ningún aspirante que antes no defina y expanda
metas, y superar percepción de si mismo, no podrá volar tan alto. No sé si
Ferrufino entendió que su magnífico plante de galán sensible resulta insuficiente
para resolver múltiples escollos, primero los internos, que ponen en el camino
las ambiciones.
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