jueves, 21 de marzo de 2013

Los caminos empedrados de Ferrufino


Los caminos empedrados de Ferrufino


Jaime Porcell
En una seguidilla de tres programas en febrero, un siempre rotundo Juan Carlos Tapia animaba al ministro a cambiar aspiración presidencial. “Ferrufino para la alcaldía resulta  robo a mano armada”, mientras  adosaba una advertencia al puntero, “y cuidado Bobby Velázquez”.  El entusiasta Tapia veía una película distinta a la mía.

Una cosa es teorizar, otra vivenciar ese imán movilizador de masas, el carisma.  Confieso, en  2008 quedé de una  pieza cuando vi  como se abalanzaba la gente. Su presencia, sobre todo en mujeres, resultaba magnética.

La personalidad de aquél exuda un cóctel de rasgos bien balanceados y entregados con naturalidad.  La base consiste en ese algo bondadoso de niño ingenuo, aderezado de galán y papá protector. Su presencia reducía al entonces candidato Martinelli a segundo plano.

Como figura pública, Guillermo Ferrufino cultiva una imagen paternal. Se acompaña de un chorro de voz con la que interpreta de forma muy convincente, al buen tipo. Ahora entiendo mejor cómo su popularidad  hacía reventar en aplausos los estadios.

Entendí que los 100 x 70s como la estrategia que complementa aquella personalidad dadivosa de “Qué tal si te digo”. Sin embargo, una imagen de buenazo suele asociar rasgos de debilidad que lo  haría falible a ser percibido como marioneta del presidente.

Algo parecido sucedió con Martín en el 94. Un Torrijos que no alcanzaba los cuarenta, comandaba en diciembre de forma cómoda las encuestas, sobre Mireya Moscoso.

El presidente Balladares aprovechó cada ocasión para hacerse odioso al electorado. Los electores decían, Martín buen pela´o, pero, no detiene al “poderoso Balladares”.  Martincito, así lo apodó una aguda Mireya, perdería la elección ´94 por 7 puntos.

El carismático ministro aparecía estancado en las encuestas. Mi sospecha cobraba realidad, los encuestados recriminaban demasiada dependencia con el presidente.

Circularon insinuaciones de manejos irregulares con unas compras de cuchillos. La defensa que ensaya en televisión es una pieza plena de improvisación, confusiones y pérdida de paciencia. Emerge así el otro pasivo,  dudan de la ética y transparencia del joven ministro.

De forma extraña, al bisoño, entonces, mejor aspirante a la presidencia por Cambio Democrático, no le asignan un equipo que prepare para debate.

Los medios apodaron al “buen tipo”  con el remoquete de “cuchillito”. En diciembre, los periódicos lo hacen sospechoso por acopiar donaciones de damnificados en su casa. Él explicó. La duda quedó.   Antes, un Ferrufino amenazador  había llamado a su suplente ladrón ante cámaras. Luego se retractó.

Desde entonces, el carisma hace agua. No parecía contrincante para enfrentar a los dos Juan Carlos.  

Luego de una reunión-almuerzo con ministros, decide abandonar la aspiración presidencial. Lo que nadie  preveía fue aquel arranque de lastimera sinceridad. Admite ante cámaras no poseer suficiente madurez y necesitar aprender.

Luego de devaluarse, confiesa que optaría por la alcaldía. Dejaba la sensación de aspirar algo como un premio de consolación. El manejo terrible de la declinación hizo concluir a un segmento, que un poder lo bajó por no disponer de opción frente a Navarro.

Exteriorizó su decisión de aspirar como alcalde. Y de inmediato  el círculo alrededor del presidente cerró filas en derredor.

Esta etapa pre electoral resulta crucial en la formación de actitudes.  No es en mayo, ahora es cuando se elige. Y las redes explotaron, desde dudas, hasta insinuaciones de unción.

El propio mandatario aparece en el cumpleaños del ministro. Y para disipar dudas, declaró, “mi amigo, hermano… y próximo alcalde­”.

Si un terco Rubén Blades hubiese escuchado otras voces, su carrera política no terminaba en  1994.

Para Ferrufino, cada opción es un camino empedrado. Aspirar al municipio capital supondrá explicar el origen de sus bienes, so pena de enfrentar el escarnio público. Frente a espadachines como José Blandón y Velásquez,  no habrá tregua.

Necesitaría - los electores lo exigirán - abandonar prerrogativas de ministerio y curul. Y como si no fuese suficiente, defenderse de señalamientos que ya aparecen y de los que vendrán.

Añada, un electorado que  pone en duda lo de “buen tipo”,  y ya no se abalanza como antes. Menos unos chorreranos que leen como oportunismo su  intención de mudar residencia. Y lo peor,  como consecuencia de su opaca maniobra ante escándalos, sin buenas encuestas.

Lo que en las primarias de Cambio Democrático lo cura - llegar como ungido lo mata ante el electorado no CD. Y no sube en la intención de voto general.

Como candidato a alcalde, cumpliría con quienes, por querer animar, ocultan piedras. Imposible escurrir el debate sobre origen de bienes suntuarios. Necesitará explicar como uno que confiesa  inmadurez e ignorancia aspira a la alcaldía.

O bien, de forma cauta, prepararse para madurar y  caminar con menos riesgos en mejores tiempos.

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