Jaime
Porcell
En una seguidilla de tres programas en febrero, un
siempre rotundo Juan Carlos Tapia animaba al ministro a cambiar aspiración
presidencial. “Ferrufino para la alcaldía resulta robo a mano armada”, mientras adosaba una advertencia al puntero, “y cuidado
Bobby Velázquez”. El entusiasta Tapia veía
una película distinta a la mía.
Una cosa es teorizar, otra vivenciar ese imán movilizador
de masas, el carisma. Confieso, en 2008 quedé de una pieza cuando vi como se abalanzaba la gente. Su presencia,
sobre todo en mujeres, resultaba magnética.
La personalidad de aquél exuda un cóctel de rasgos
bien balanceados y entregados con naturalidad.
La base consiste en ese algo bondadoso de niño ingenuo, aderezado de galán
y papá protector. Su presencia reducía al entonces candidato Martinelli a segundo plano.
Como figura pública, Guillermo Ferrufino cultiva una
imagen paternal. Se acompaña de un chorro de voz con la que interpreta de forma
muy convincente, al buen tipo. Ahora entiendo mejor cómo su popularidad hacía reventar en aplausos los estadios.
Entendí que los 100 x 70s como la estrategia que
complementa aquella personalidad dadivosa de “Qué tal si te digo”. Sin embargo,
una imagen de buenazo suele asociar rasgos de debilidad que lo haría falible a ser percibido como marioneta
del presidente.
Algo parecido sucedió con Martín en el 94. Un
Torrijos que no alcanzaba los cuarenta, comandaba en diciembre de forma cómoda
las encuestas, sobre Mireya Moscoso.
El presidente Balladares aprovechó cada ocasión
para hacerse odioso al electorado. Los electores decían, Martín buen pela´o,
pero, no detiene al “poderoso Balladares”. Martincito, así lo apodó una aguda Mireya,
perdería la elección ´94 por 7 puntos.
El carismático ministro aparecía estancado en las
encuestas. Mi sospecha cobraba realidad, los encuestados recriminaban demasiada
dependencia con el presidente.
Circularon insinuaciones de manejos irregulares
con unas compras de cuchillos. La defensa que ensaya en televisión es una pieza
plena de improvisación, confusiones y pérdida de paciencia. Emerge así el otro
pasivo, dudan de la ética y
transparencia del joven ministro.
De forma extraña, al bisoño, entonces, mejor
aspirante a la presidencia por Cambio Democrático, no le asignan un equipo que prepare
para debate.
Los medios apodaron al “buen tipo” con el remoquete de “cuchillito”. En
diciembre, los periódicos lo hacen sospechoso por acopiar donaciones de damnificados
en su casa. Él explicó. La duda quedó. Antes,
un Ferrufino amenazador había llamado a
su suplente ladrón ante cámaras. Luego se retractó.
Desde entonces, el carisma hace agua. No parecía
contrincante para enfrentar a los dos Juan Carlos.
Luego de una reunión-almuerzo con ministros, decide
abandonar la aspiración presidencial. Lo que nadie preveía fue aquel arranque de lastimera sinceridad.
Admite ante cámaras no poseer suficiente madurez y necesitar aprender.
Luego de devaluarse, confiesa que optaría por la
alcaldía. Dejaba la sensación de aspirar algo como un premio de consolación. El
manejo terrible de la declinación hizo concluir a un segmento, que un poder lo
bajó por no disponer de opción frente a Navarro.
Exteriorizó su decisión de aspirar como alcalde. Y
de inmediato el círculo alrededor del
presidente cerró filas en derredor.
Esta etapa pre electoral resulta crucial en la
formación de actitudes. No es en mayo, ahora
es cuando se elige. Y las redes explotaron, desde dudas, hasta insinuaciones de
unción.
El propio mandatario aparece en el cumpleaños del
ministro. Y para disipar dudas, declaró, “mi amigo, hermano… y próximo alcalde”.
Si un terco Rubén Blades hubiese escuchado otras
voces, su carrera política no terminaba en 1994.
Para Ferrufino, cada opción es un camino
empedrado. Aspirar al municipio capital supondrá explicar el origen de sus
bienes, so pena de enfrentar el escarnio público. Frente a espadachines como
José Blandón y Velásquez, no habrá
tregua.
Necesitaría - los electores lo exigirán - abandonar
prerrogativas de ministerio y curul. Y como si no fuese suficiente, defenderse de
señalamientos que ya aparecen y de los que vendrán.
Añada, un electorado que pone en duda lo de “buen tipo”, y ya no se abalanza como antes. Menos unos
chorreranos que leen como oportunismo su
intención de mudar residencia. Y lo peor, como consecuencia de su opaca maniobra ante
escándalos, sin buenas encuestas.
Lo que en las primarias de Cambio Democrático lo
cura - llegar como ungido lo mata ante el electorado no CD. Y no sube en la
intención de voto general.
Como candidato a alcalde, cumpliría con quienes,
por querer animar, ocultan piedras. Imposible escurrir el debate sobre origen
de bienes suntuarios. Necesitará explicar como uno que confiesa inmadurez e ignorancia aspira a la alcaldía.
O bien, de forma cauta, prepararse para madurar y caminar con menos riesgos en mejores tiempos.
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