Yo merezco ser él
Jaime
Porcell
Polvareda y
tropel, enormes. Las motos con sus
sirenas, las camionetas del séquito repletas en personajes grandotes de
lentes oscuros y en camisilla. Hasta lo
perros saben cuando aquél arriba.
Si sube foto y añade su opinión,
forma el arroz con mango. Diputados,
ministros, directores, empresarios, lo corretean con fruición. Lo cercan de
halagos, mientras ruegan un favor.
Los niños quieren tocarlo para saber si es real. Admiradoras
deslumbradas por la magia que apareja, pues, llueven regaladas. Los medios, si
va donde Álvaro de Telemetro, al otro día los periódicos citan en primera plana la entrevista. En la esquina del barrio nunca falta tema,
siempre está él y su gobierno.
No importa, no sea él mismo, si no el puesto quien
apareje un montón de cosas buenas. Erotismo
del poder, la salsa de mandar, le
llaman.
No soy el único que esperé el dedazo. Juro que hace
unos meses cuando me animó a que corriera en primarias, insinuó una unción. Nunca
llegó. Menos mal, tengo un arma secreta.
El esfuerzo de mis contrarios tampoco resulta poco
ni corto. Seguro, si no más sapientes que yo, con recursos para comprar
inteligencia.
Siempre lo supe. Me preparé a luchar en una guerra con dos frentes, uno, capturar
la mente contraria. El otro, defender la mía.
Entendí y acepté temprano, aunque parezca absurdo,
en política el primer contrincante no está en el partido de enfrente. Se sienta
allí a tu lado en la sesiones de trabajo, y luego, en la mesa de dominó. Por
par de años, invertí tiempo en estudiar inseguridades, ambiciones y temores de colegas vecinos. Hoy, en primarias, a cada uno
hice un FODA completo con base a la realidad.
Puedo personalizar argumentos. Mas que un Maquiavelo que mueve fichas, prevengo que un
inepto, sin las actitudes, aptitudes y conocimientos debidos, aspire y compita
conmigo. Y menos, para desgracia de todos, llegue a una candidatura
presidencial fallida.
Este es el momento para convencer de las inconveniencias de
correr a unos que no supieron proteger flancos débiles.
Pude apelar a las inseguridades del joven
prometedor. Para él, deslicé aseveraciones
devastadoras. No dije mentiras cuando amplié, “el que manda siente que aún te
falta control emocional para la campaña negativa que te caerá. Perderás la
chaveta cuando asoleen cada escándalo que ya soltaron los medios. Casita y
finquita que tanto enorgullecen, lindas, pero, inocultables, estarán en primera
plana. Insinuarán que entraste limpio, y estás millonario. Probable, hasta ganas las primarias internas.
Mas, terminarás avergonzado y sin posibilidades en la elección nacional. Bájate,
mañana será tu momento”.
También tengo para el intelectual que escala: “lo
dicen las mismas IFIS, el país necesita tu mente en el cargo. Todos, incluso
él, admiran lo lejos que has llegado.
Mejor, permanece en gabinete”.
Admito que aquella orden de renunciar ayudó a
convencer, a más de un trío, de posponer
aspiración. Mató al tigrillo antes que creciera.
En el bienio anterior, no solo aproveché la
oportunidad de, más que conocer, estudiar a mis colegas y futuros contrincantes. No
muchos saben apelar a consejeros externos. Semana tras semana, de éstos aprendí
en qué reparar de mis competidores. También a conocerme mejor. Luego, me disuadieron
a invertir en publicidad masiva para subir en encuestas nacionales.
Desde que decidí dar cancha a mi aspiración, evité
escuchar demasiado esa peña pasional de amigos aficionados a la política. Aciertan
y yerran, y por eso, confunden. Me rodeé de verdaderos profesionales. Eso no
hace a uno invulnerable. Mas, con un equipo de especialistas que me complementa
con conocimientos y experiencias reviso y redefino metas. Esto sobre todo, genera
enorme confianza en mi camino. Esa es mi arma secreta.
Política es un campo para valientes
competitivos que cultivan ideas claras. No
soy un improvisado. Cuidé mi mente, presioné la del competidor. Yo quiero, merezco ser él. ¿Me dará el
chance?
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Bienvenidos los ingredientes extras.