domingo, 3 de marzo de 2013

Yo merezco ser él

Yo merezco ser él

Jaime Porcell
Polvareda  y tropel, enormes. Las motos con sus  sirenas, las camionetas del séquito repletas en personajes grandotes de lentes oscuros y en camisilla.  Hasta lo perros saben cuando aquél arriba.

Si sube foto y añade su   opinión, forma el arroz con mango.  Diputados, ministros, directores, empresarios, lo corretean con fruición. Lo cercan de halagos, mientras  ruegan un favor.

Los niños quieren  tocarlo para saber si es real. Admiradoras deslumbradas por la magia que apareja, pues, llueven regaladas. Los medios, si va donde Álvaro de Telemetro, al otro día los periódicos citan en  primera plana la entrevista.     En la esquina del barrio nunca falta tema, siempre está él y su gobierno.

No importa, no sea él mismo, si no el puesto quien apareje un montón de cosas buenas. Erotismo  del poder,  la salsa de mandar, le llaman.

No soy el único que esperé el dedazo. Juro que hace unos meses cuando me animó a que corriera en primarias, insinuó una unción. Nunca llegó.  Menos mal, tengo un arma secreta.

El esfuerzo de mis contrarios tampoco resulta poco ni corto. Seguro, si no más sapientes que yo, con recursos para comprar inteligencia.

Siempre lo supe. Me preparé a  luchar en una guerra con dos frentes, uno, capturar la mente contraria. El otro, defender la mía.

Entendí y acepté temprano, aunque parezca absurdo, en política el primer contrincante no está en el partido de enfrente. Se sienta allí a tu lado en la sesiones de trabajo, y luego, en la mesa de dominó. Por par de años, invertí tiempo en estudiar  inseguridades, ambiciones y temores de  colegas vecinos. Hoy, en primarias, a cada uno hice un FODA completo con base a la realidad.

Puedo personalizar argumentos. Mas que  un Maquiavelo que mueve fichas, prevengo que un inepto,  sin las actitudes, aptitudes  y conocimientos debidos, aspire y compita conmigo. Y menos, para desgracia de todos, llegue a una candidatura presidencial fallida.

Este es el momento  para convencer de las inconveniencias de correr a unos que no supieron proteger flancos débiles.

Pude apelar a las inseguridades del joven prometedor. Para él,  deslicé aseveraciones devastadoras. No dije mentiras cuando amplié, “el que manda siente que aún te falta control emocional para la campaña negativa que te caerá. Perderás la chaveta cuando asoleen cada escándalo que ya soltaron los medios. Casita y finquita que tanto enorgullecen, lindas, pero, inocultables, estarán en primera plana. Insinuarán que entraste limpio, y estás millonario.  Probable, hasta ganas las primarias internas. Mas, terminarás avergonzado y sin posibilidades en la elección nacional. Bájate, mañana será tu momento”.

También tengo para el intelectual que escala: “lo dicen las mismas IFIS, el país necesita tu mente en el cargo. Todos, incluso él,  admiran lo lejos que has llegado. Mejor, permanece en gabinete”. 

Admito que aquella orden de renunciar ayudó a convencer, a  más de un trío, de posponer aspiración. Mató al tigrillo antes que creciera.

En el bienio anterior, no solo aproveché la oportunidad de, más que conocer, estudiar  a mis colegas y futuros contrincantes. No muchos saben apelar a consejeros externos. Semana tras semana, de éstos aprendí en qué reparar de mis competidores. También a conocerme mejor. Luego, me disuadieron a invertir en publicidad masiva para subir en encuestas nacionales.

Desde que decidí dar cancha a mi aspiración, evité escuchar demasiado esa peña pasional de amigos aficionados a la política. Aciertan y yerran, y por eso, confunden. Me rodeé de verdaderos profesionales. Eso no hace a uno invulnerable. Mas, con un equipo de especialistas que me complementa con conocimientos y experiencias reviso y redefino metas. Esto sobre todo, genera enorme confianza en mi camino. Esa es mi arma secreta.

Política es un campo para valientes competitivos  que cultivan ideas claras. No soy un improvisado. Cuidé mi mente, presioné la del competidor.  Yo quiero, merezco ser él. ¿Me dará el chance?

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